Los bordadores de los trajes de las distintas danzas tradicionales ya tienen listos sus nuevos diseños para la Entrada de Gran Poder, que se celebrará dentro de dos semanas. En la calle Los Andes, en la zona comercial de La Paz, el trabajo se multiplica estos días.
La artesana Lourdes Velázquez espera fletar los 200 modelos de caporales que ya tiene disponibles en su tienda, al margen de los cerca de 20 encargos con los que cuenta hasta ahora.
El color es uno de los elementos más importantes en el proceso de creación de los diseños para los bordadores. Por esta razón, Omar Salgado eligió este año el pavo real como figura esencial en sus creaciones de trajes de morenos.
"Me gustó porque es un ave que tiene diversos colores matizados para plasmar sobre el fondo negro del traje”, asegura el bordador. Lo que resulta más complicado es, desde su experiencia, sacar el molde "porque es cuando decido exactamente los colores de las lentejuelas, piedras y todo lo que lleva” .
En el proceso creativo las herramientas son el bastidor, sobre el que se coloca el bordado; el pulso y la paciencia para coser a mano desde las lentejuelas más diminutas hasta las piedras más voluminosas. Omar dedica alrededor de ocho horas diarias en el bordado "porque se hace con cuidado”. Así lo aprendió desde niño, en el seno de su familia materna. Los Condori son una de las familias más antiguas de bordadores de Achacachi.
Lourdes Velázquez también heredó de su padre la habilidad de bordar. Su familia comenzó a trabajar en trajes de morenada hace décadas para el Carnaval de Oruro. Posteriormente se dedicó exclusivamente a los bordados de caporales.
La artesana centra su actividad en la vestimenta de esta danza de origen afroboliviano (ubicado en Los Yungas). El nuevo diseño que presenta para esta celebración del Gran Poder es la máscara de moreno plasmada en las blusas y lagartos para las polleras de las bailarinas.
Argumenta que su objetivo con la incorporación de este elemento consiste en "combinar componentes característicos del Carnaval de Oruro, como los lagartos de la diablada, con los del Gran Poder, representados con los morenos”. El resto de las múltiples figuras que se incluyen para acompañar la principal son diferentes en cada temporada.
Para terminar un vestido dedica hasta tres semanas, que deben acortarse esta temporada, aunque "lo que más demora es el bordado”, concluye Velázquez.
Se controla el uso de insumos animales
Víctor Quisbert vende en su tienda, además de trajes de diablada, plumas de diferentes colores que los clientes adquieren, generalmente, para complementar los trajes de tinku y tobas.
Según el comerciante, la Alcaldía y el Ministerio de Medio Ambiente efectúan un control periódico cada dos meses "para evitar la venta de plumas de animales que están en peligro de extinción como avestruces y loros”. En su tienda únicamente tiene plumas de gallinas y patos.
Esta restricción se enmarca en la Ley 1333 de Medio Ambiente, que prohíbe el uso de derivados de animales silvestres en la indumentaria de los bailarines. Esta norma también prohíbe el uso de los caparazones de quirquinchos y pieles de felinos, entre otros.
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