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sábado, 14 de junio de 2014

Los prestes, entre la devoción al santo y el prestigio social

"Ser preste mayor del Gran Poder es el máximo honor al que un folklorista puede aspirar”. Así lo expresa Gabriel Chuquimia, quien será nombrado, junto a su esposa Nancy Colque, el próximo 22 de junio preste mayor para la Entrada en honor al Señor Jesús del Gran Poder del 2015.
La pareja acaba de ser pasante en la fraternidad Fanáticos del Gran Poder. Su misión para la festividad actual consiste en acompañar en las actividades a los prestes mayores de este año: Adela Apaza y Juan Mamani.

Como joyeros, los Apaza Mamani, prestes mayores de la fiesta mayor de los Andes, regalaron el jueves una corona de oro y plata al Tata. Tras un año de actividades se declaran agradecidos:

"Más allá de lo económico, lo que nos interesa como prestes es devolverle al Señor las bendiciones que nos regala”, dijo Mamani.

Compadrerío y ayni
No hay datos fiables sobre el origen de la figura del preste, máximo responsable de la organización de un festejo. Hay teorías que lo vinculan con España y otras, con prácticas andinas como el ayni. Lo cierto es que tiene relación con el concepto de compadrazgo.
"Asumir esta responsabilidad tiene un carácter eminentemente espiritual y la aceptamos como devotos incondicionales de nuestro ‘Tata’”, confiesa Gabriel Chuquimia, preste mayor 2015. El próximo 22 de enero está previsto que él y su esposa reciban en su casa la réplica del santo, a la que acogerán durante un año, según la costumbre.
Aún no han pensado nada especial para organizar el festejo del 2015. Aunque adelantan que se regirán por las pautas tradicionales en este tipo de eventos: "sin salirnos de lo común”.

Inversión económica
El antropológo Milton Eyzaguirre recuerda que en torno a la festividad del Gran Poder se produce una inversión económica importante. "La Entrada del Gran Poder es sólo la parte visible de todo lo que sucede detrás de la fiesta, desde que comienzan las recepciones en el mes de enero, aproximadamente”, especifica el experto.
Añade que la elección de los prestes, tanto el mayor como los de las fraternidades y grupos, se mide en términos económicos y también implica una ganancia. Según sus datos, hace 15 años los prestes invertían alrededor de 20.000 dólares que generalmente pedían prestados al banco. Con todo el movimiento económico logran recuperar hasta tres veces más de la inversión.
Las sumas de dinero en la actualidad se multiplican. Por esta razón, Eyzaguirre agrega que existen las disputas y competencias entre los grupos que forman parte del Gran Poder para ser prestes. Hay prestes asegurados para los próximos seis años.

Entre sus funciones, los prestes de las fraternidades se encargan de organizar el flete de la indumentaria, la elección y adquisición de las telas, la Diana, el alquiler de locales y las previas.

Grupo selecto
Los prestes se eligen en función de distintos factores: el tiempo de permanencia en la fraternidad, el número de ahijados, el poder económico y la posición dentro de las redes sociales y ámbito de influencia dentro del sector al que pertenece la persona.
"Se trata de un grupo selecto, al que no accede cualquier persona”, asevera el antropólogo. Estas élites responden a la lógica de origen andino que consiste en agruparse por gremios. Desde los años 70, la fiesta está organizada y centralizada por los comerciantes de La Paz.
Hay otra forma de cohesión que tiene que ver con el lugar de residencia. Pero esta variante se está perdiendo porque la población en su mayoría es migrante de tercera y cuarta generación.

La morenada no es la única
En el Gran Poder se maneja, junto al valor económico y de posición social, la idea de prestigio que se proyecta fundamentalmente en las danzas. De ahí que, según afirma Eyzaguirre, "los que tienen más peso son los que bailan morenada”.
Como consecuencia, lamenta que se están infravalorando a bailes autóctonos de menor envergadura: "Se está produciendo en los últimos años un proceso de homogeneización en el Gran Poder por la popularidad de la morenada. Así se está matando a la amplía variedad de danzas, sobre todo las pequeñas”.
Según el estudio de la Oficialía Mayor de Promoción Económica del Gobierno Autónomo Municipal de La Paz el 28,1% de las fraternidades del Gran Poder pertenece a la morenada, 15,6% a la kullawada, el 14,1% a los caporales, 7,8% a los tinkus y 6,3% a la diablada.

Los aynis y las "obligaciones” sociales y gremiales
Para ingresar a una fraternidad folklórica del Gran Poder es necesario recibir una invitación oficial y ésta es parte de un complejo sistema de obligaciones sociales, afirman Eveline Sigl y David Mendoza en su libro No se baila así nomás.
Los autores argumentan que "estas invitaciones no son tan altruistas como parecen, forman parte de obligaciones sociales, familiares, laborales, gremiales y vecinales”. Se trata de una presión por parte del entorno para lograr finalmente el crecimiento del grupo o fraternidad. El gremio presiona a sus afiliados "como si la entrada fuera una marcha del sindicato”.
Los aynis ("cooperaciones basadas en una estricta reciprocidad”) responden a un principio aymara que determina una cadena de favores "concedidos y recibidos” que sostiene una serie de redes e influencias sociales a través de las fiestas. Sigl y Mendoza consideran que no hay "favores desinteresados, es decir ayudas caritativas en el sentido del catolicismo ortodoxo que predica el amor al prójimo”.
Los aynis posibilitan que los prestes mayores financien todas sus obligaciones como organizadores de la festividad. "Son compromisos que hay que cumplir”.

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