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domingo, 10 de mayo de 2015

La Av. Kollasuyo, escaparate donde se lucen las polleras

Una máquina antigua de coser marca Singer, regalo de su madre, es la aliada de Nicolasa Ramos, doña Nico, quien elabora las pesadas y costosas polleras en su pequeña tienda de la avenida Kollasuyo en la galería Alicia. Ella es una de las pollereras que le ha puesto color a esta vía que conecta a La Paz con El Alto.
Quien sube por esta ruta puede deleitar la retina con mantas llenas de perlas, mostacillas, piedras y delicados encajes. Polleras coloridas que prometen gran movimiento; centros con apliques de flores; corsés que afinan la figura; sombreros elegantes; zapatos que combinan y suntuosas joyas. Cada elemento es dado al flete o alquiler para fiestas barriales, para el Carnaval o para las festividades en otros departamentos.
"Las mantas tienen macramé, bordados y otros detalles que van cambiado de acuerdo a lo que yo imagino. Mi cabeza es como ajedrez y voy acomodando cada pieza”, explica doña Avelina Botello, dueña de la pollerería las Dalias.
Su historia dentro de este arte radica 15 años atrás. Su hija Rosmery la introdujo en el negocio. Doña Avelina se independizó hace seis años y abrió su propia tienda de flete mientras, ha ido acompañando con orgullo el éxito de su hija, quien se ha convertido en la diseñadora más cotizada y solicitada para la entrada del Gran Poder, "ella hace maravillas”, cuenta Botello.
Siete años atrás, la avenida Kollasuyo estaba llena de ferreterías y veterinarias que fueron reemplazadas por estas pollererías y sus maniquíes que lucen los trajes completos. El apogeo de las polleras llegó con el gusto de las mujeres "de vestido” por lucir estas prendas y por el renacido orgullo de las cholas que ven revalorizada su vestimenta.
"Antes nos decían indias y nos hacían a un lado, ahora muchas mujeres pudientes que no visten polleras gustan de llevarlas”, cuenta Botello. Ella sonríe luciendo su dentadura con coronas de oro, ataviada de anillos, collar y aretes de oro macizo. Cuenta que ya ha sido víctima de un asalto, pero continúa luciéndolas porque es una forma de mostrar su elegancia, su coquetería, y por qué no, su poder como cabeza de familia, madre de cuatro hijos y viuda. "La mujer de pollera se caracteriza por ser bien trabajadora, así nomás tiene que ser”, acota.
Las clientas se aglomeran en la tienda de doña Nico, preguntan precios, recogen sus atuendos o le piden consejo para combinar las prendas. "Yo no me veo haciendo otra cosa. Dejé el colegio en quinto básico para ayudar a mi mamá en este trabajo y desde entonces no he parado”, recuerda mientras muestra sus nuevas creaciones que constan de mantas con adornos que simulan piedras preciosas y otras con detalles de aguayo hechos de alpaca. Incluso tiene una muñeca Barbie de cabellos negros que luce un de sus diseños de cabeza a pies, en color azul, se llama Nicole y es "mi orgullo, al año le toca estar vestida de rosado”, promete.
Son tres cuadras repletas de colgadores que exhiben las diferentes prendas que hacen al atuendo de la chola paceña. Mujeres que visten polleras o que "son de vestido”, se pasean entre las galerías que agrupan estas tiendas; galerías que están adornadas de colores llamativos y algunas de ellas diseñadas con el estilo de la arquitectura aymara que se ha puesto muy de moda. Cotizan lo que mejor se ajusta a sus presupuestos.
Para quienes lo desean pueden comprar la ropa, y pedir cosas especiales por contrato.
Haciendo unos de esos trabajos en la tienda Rubear está Elsa Quispe quien fija apliques con plancha al vapor. "Es bastante detalle, pero si se tiene que entregar el trabajo, se tiene que entregar”, asegura.
Elabora una manta verde color menta con bordado en color plata y el tejido de flecos hecho en macramé, cada detalle es hecho a mano y la pollera en color entero, ambos cuestan Bs 1.200.
Contonear las polleras es un arte y mantener el sombrero en la cabeza son dones con los que estas mujeres nacen. Lucen joyas vistosas y ropa elaborada por las pollereras que parecen arañas: tejen, bordan, amarran, cuelan y combinan cada pieza con mucha paciencia. Son diseñadoras que han reivindicado el poder de la vestimenta de la chola paceña, dejando en claro que para ser una, hay que tener platita.

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